Utopía

Nada mas y nada menos, aquí estoy, solo como quizás Dios me trajo a este mundo. Pero no pertenezco aquí, mi vida se encuentra en un universo paralelo. Acompáñame en esta
Loca aventura...

"Una broma mas" (Cuento Propio)

José y Mauro siempre fueron traviesos y desobedientes, desde temprana edad desarrollaron su don para destruir cosas y maltratar a sus compañeros de clase.
Abandonados por su padre y criados por su madre, una loca y perdida espiritista que saciaba su soledad entre hongos de diversas clases y cartas del tarot, era conocida como “la bruja del pueblo”.
Al llegar la adolescencia, entre barbas y anatomía, los niños ya no eran unos simples pequeños, eran bellos y capaces jóvenes, pero aun mantenían su inmadurez insensata, sin respeto por nadie, ladrones por naturaleza y peleadores sin corazón, eran vistos como las ovejas negras del pueblo. Como si fueran unos bandidos, siempre se las ingeniaban para hurtar pedazos de pan o el pescado fresco recién traído o veces para jugarle bromas pesadas a cualquier que se encontraba caminando por la plaza central o por el valle.
Las bromas iban de pequeñas estupideces hasta algunas bien planeadas. Pero un día decidieron cometer la que seria una de las peores y más temibles bromas jamás cometidas.
Cierto día decidieron jugarle una broma al padre Gabriel, el nuevo sacerdote que había llegado de otras tierras para suplantar al padre Marcos que se encontraba en cama por culpa de una bronquitis. El padre Gabriel era un hombre alto, anciano y muy callado, sus misas solían ser largas y aburridas para algunos. Pero lo mas raro era que no intercambia muchas palabras con el resto de la gente del pueblo, era muy reservado, pero se sabia que su trabajo lo hacia de maravilla. La falta de confianza hacia el, ocasiono que muchos de los fieles que asistían a la iglesia, comenzaran a abandonar los sermones y hasta algunas ni siquiera se acercaban a la capilla para pedir algún consejo divino o ayuda de buena fe, es por eso que al padre casi ni se lo veía, tan solo algunas veces cuando debía comprar suministros en el almacén o para viajar a otras tierras vecinas.
Durante esa tarde, el padre Gabriel recibió un mensaje por parte del rey del pueblo vecino. Este mensaje decía que debía concurrir a una misa especial para festejar el aniversario del nacimiento del pueblo. El padre sabiendo que a un rey nunca se lo debe desobedecer se encamino directo hacia esas tierras, salio por la gran puerta principal de la iglesia y camino derecho por el sendero que conducía hasta la muralla, el Padre Gabriel se acomodo su ropa y emprendió el viaje.
Juan y Mateo se encontraban jugando con un sapo muerto, pero detuvieron su acción para apreciar que el padre se alejaba por el valle, por lo que decidieron seguirlo y jugarle una pequeña broma.
Caminaron por la arboleda y la llanura, pasaron por el gran río, las montañas y estepas, hasta que finalmente vieron como el padre se iba perdiendo en un oscuro y condesado bosque de pinos, robles y diversos tipos de arbustos y árboles.
Las espinas y los duros troncos imposibilitaron el acceso y el traslado por esa vía, los hermanos vieron como el padre había optado por ese dificultoso camino, a pesar de que habían muchos otros senderos por donde se podía efectivamente pasar, pero no, en contra de todo se aventuro por ese y los traviesos pequeños mantuvieron firme su idea de jugarle una broma que lo asustara de una buena vez.
Más allá de la maldad que los hermanos tenían, se debía rescatar su inteligencia a la hora de idear sus bromas y este caso no seria la excepción, uno de ellos tomo una vieja mascara voodoo que una señora del pueblo tenia en su poder, se la coloco en su rostro y se escondió detrás de un árbol esperando el momento exacto, mientras tanto su hermano calculo el trayecto y los pasos del padre, hasta que finalmente se interpuso en su camino. El padre al toparse con el, le pregunto si estaba perdido y si necesitaba ayuda para volver a su pueblo,  este simplemente le contesto que su hermano había caído en un pozo del bosque. Aprovechándose de la bondad y la pobre inocencia del cura, el inocente padre decidió ayudarlo y acompañarlo hasta donde estaba su hermano, pero al llegar al ya mencionado profundo pozo y mientras el padre se acercaba para apreciar su interior uno de los pequeños le dije con una voz aguda y terrorífica – Fue en ese pozo donde yo fallecí-, al escuchar esas palabras el cura inclino su cabeza para apreciar al pequeño y entender por que dijo eso, pero justo en ese momento el otro hermano salio de su escondite asustando y corriendo directamente sobre el padre, mientras que el otro hacia lo mismo emitiendo sonidos extraños y preguntando -¿Cree usted en fantasmas, padre?- gesticulando de manera misteriosa. El corazón del padre comenzó a latir rápidamente y a pesar de sus intentos de persignarse y recitar alguna oración, el miedo se apodero de el y no tuvo mas remedio que correr a través del bosque sin mirar hacia atrás.
Los hermanos triunfantes comenzaron a reírse a carcajadas y felicitarse por tan bien lograda broma, pero cuando las risas terminaron se dieron cuenta que con el todo el tiempo perdido la noche se había hecho presente y debían regresar al pueblo, comenzaron a caminar a través de los arbustos y como si la broma se estuviera invirtiendo, oyeron unos extraños y molestos ruidos que no tenían origen y comenzaron a ver unas sombras que se proyectaban entre las hojas. Los hermanos no se asustaron y siguieron caminando sin ningún problema, hasta que aquellos ruidos se convirtieron en algo ya conocido por ellos, eran oraciones, plegarias recitadas con una voz baja y ronca. Por supuesto que los dos pequeños captaron rápidamente la idea, el cura había vuelto y quería devolverles el favor y como ellos no le tenían miedo a nada, decidieron provocarlo, gritándole cualquier cantidad de cosas y golpeando los árboles sin cuidado alguno, hasta que finalmente de los más oscuro y recóndito, el padre hizo acto de presencia, justo en frente de ellos dos.
Los hermanos lo miraron fijo y le preguntaron ¿Aun sigue creyendo el Dios, padre? Con unas enormes sonrisas, que rápidamente desaparecieron cuando el padre puso sus viejas y arrugadas manos sobre los hombros de ellos y con los ojos completamente blancos como la luna, y con una vil y tenebrosa sonrisa les respondió -¿Y díganme uds pequeños, creen en verdaderos fantasmas?.